El visitante encontrará, además de una de las bodegas más modernas de Portugal, una propiedad y un ambiente encantadores.
Los edificios existentes fueron establecidos originalmente por los descendientes del duque de Lancaster que, en 1854, creó una joya en el corazón del Alentejo. Los actuales propietarios son una pareja de empresarios franceses, Maria y Jean Claude Penauille, que continúan desarrollando el proyecto, siempre orientado a la obtención de productos de la más alta calidad.
Una visita a la finca es ciertamente gratificante. Además de la oportunidad de degustar los deliciosos vinos de Calada, el maravilloso paisaje invita a los visitantes a disfrutar de un entorno tranquilo.